A Francisco
Horrillo Pajuelo,
“Tarro”
del “Bar La Esquina”.
POETA es quien tiene a la dignidad por bandera. El poeta, un ser delicado y dedicado a la contemplación, a disfrutar con la soledad del silencio, a vivir rodeado siempre de la palabra, el verso y la metáfora; a calibrar y equilibrar el Arte, amándolo, enamorándose de las cosas más sencillas..., el poeta al que alguna vez le llamaron maldito y extravagante. Este “bicho raro” harto de patear calles y doblar esquinas, el vate, el bardo, el rapsoda, el trovador, el lírico, el juglar, el rimador..., nunca está subido en la luna, sino que fue a por ella y la trajo aquí para guardarla en sus bolsillos y regalarnos un trozo cada vez que nos habla.
¡Ah! el poeta... el hombre hecho y derecho que no quiere abandonar al niño que lleva dentro. Poeta con el sentimiento a flor de piel, proclive al llanto pero asimismo, a la sonrisa necesaria; poeta en un mundo consumista que le utiliza y le difama; poeta en las prisas de la cotidianidad, poeta con sus recuerdos de infancia y adolescencia a cuestas, con la memoria hecha jirones a base de tanto amar y tantas amistades a través del tiempo, el imparable transcurrir de las horas. Poeta que nos cuenta la vida como un cuento y la muerte como una mordedura. Y nos emociona y nos comunica y señala con el dedo preguntándose por qué se roba, por qué se hiere al propio hermano y por qué se asesina a la gente buena.
El poeta con su modo de expresión, su
lenguaje particular, incluso se atreve a inventar palabras
o a departir en otro idioma y a recitar
versos, escribiendo diariamente su diario
íntimo,
pero sin llave, como una Caja de
Pandora abierta en la complicidad manifiesta.
Por todo ello, el
amigo Tarro, es Poeta con palabras de honor, caballero de la bohemia ebrio de sentimiento y magia. Este es el
Poeta detrás de la barra, entre whiskys y refrescos, cervezas y cafés. El
artista enamorado de la esencia que los pequeños objetos transmiten a través de
su antigüedad. Tarro de viñas viejas
metidas en la bota de cuero y escanciada muy despacio en nuestras gargantas. Tarro de miel como una medicina que nos
cura de tanta infamia, hipocresía e injusticia. Tarro de sueños para volar muy alto. Tarro de conocimiento y sabiduría de tanto bregar por la vida. Tarro de suero que sacia la sed de los
hombres. Tarro de barro lleno de
bondad extendida a lo largo de los años. Tarro de sublime amor sobre los
hombros. Y Tarro de excelsa bonhomía
perseverante.
Hoy
va por ti, Maestro, este sencillo homenaje que te debo y que te entrega mi
corazón con amistad de humilde poema.
© Cosme López
García
Enero de 2014
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