Nocturno y lluvia

Nocturno y lluvia. (Paisaje urbano. Óleo sobre lienzo. Cosme López García).

IDEAS*

ESTÁN ahí, como Pedro por su casa, pululan alrededor y sólo hay que echarles un anzuelo, pescar unas pocas y elegir la que en esos momentos, mejor nos convenga. En pleno verano, a uno se les escapa de la mano estas ideas de Dios, o del Demonio, según se mire, y como estamos en la estación del sol, yo es que me pelo casi al cero, más que todo para pasar menos calor y por la comodidad que supone desterrar el peine, pero claro, estoy corriendo el peligro de que me plagien, porque la verdad, se me ven las ideas, sin lana que las proteja, son transparentes, a flor de piel con el cuero cabelludo empelote vivo.
Las ideas vienen y van, jamás desaparecen por completo, tienen vida propia, son entes inspiradores, tanto de batallas que se han ganado, como las que se han perdido. Por las ideas se da la vida, más que por la libertad, el amor o cualquier otra causa. Surgen cuando menos te lo esperas, después de haber visto y sopesado muchas posibilidades,  estar desesperados por no encontrar soluciones satisfactorias, cuando ya se está a punto de arrojar la toalla, viene y se presenta espontánea, esa idea capaz de revolverlo todo y dar en el clavo, y a lo mejor, resulta que esa misma idea estuvo la primera puesta en el tapete y nadie hacía caso, porque la primera idea es la que vale, ya puede usted darle todas las vueltas que quiera que, al final, todas las ideas sucesivas, hijas de la número uno, le van a conducir al principio.
Puestos a escribir, las ideas tampoco se agotan, podemos exprimirlas, pero un escritor, mientras siga teniendo conocimiento y las facultades físicas se lo permitan,  nunca entierra ese don. Se podrá escribir con menos acierto, pero el alma mater de la cuestión, permanece.
Las ideas son como los ríos, cuando están revueltos, hay ganancia de pescadores y puede morir mucha gente, pero con aguas en calma, dan lugar a los mejores inventos que hoy día disfrutamos. Una bombilla se enciende en las molleritas de los lumbreras y zas!, ya tiene usted una radio, un televisor, un frigorífico, un automóvil, un avión, un matamoscas y un cubo de fregona autoescurrible. Las empresas, es que se matan por conseguir patentes que generarán altos beneficios y un prestigio de marca. Se lucha por conseguir que esa idea esté en el mercado, y se invierte un capitalazo, aunque la mayoría de las veces, quien la ha tenido muera pobre porque se le ha ignorado.
Pero ojo con idealizar las ideas, es decir, socializarlas hasta el punto de convertirlas en referencia obligatoria. No confundamos la idea pura que uno posee, con la ideología impuesta y propagada como una gripe, esto suele pasar en política, donde abundan los cambios de chaqueta y por tanto, de las ideas que se suben al carro del no dar golpe o si lo dan, es de estado, sucediendo entonces dictaduras y pelotazos.
Qué alegría nos produce el instante en que hemos tenido una idea. Estamos tan tranquilos y de repente alguien con voz alta y loco de contento suelta esa frase tantas veces oída: -Tengo una idea! Y todos corremos a escuchar, unos estarán de acuerdo, otros no tanto, incluso alguno habrá que sienta sana envidia o no tan sana. A lo largo de mi vida, he tenido muchas ideas y cuando intento ordenarlas, se me van como lagartijas sin rabo, ese rabo que se queda conmigo señalándome, contoneándose y riéndose de mí, como diciendo que la Caja de Pandora ha sido abierta y las ideas contenidas han volado. Pero volverán las ideas como las oscuras golondrinas de Bécquer, anidando en los balcones del cerebro, y cuando esto suceda, habrá pasado otro año en el cómputo de la edad, esta edad inequívoca y exacta, suma y sigue de una cuenta de tiempo buscando el encuentro de océanos profundos y donde no hay billete de regreso. Otra vez continúa la metáfora de las ideas, que como agua llevan los ríos que van a dar a la mar, ay Manrique!, tú sí que tenías buenas ideas convertidas en poemas. La ideas madurando como los buenos vinos, la fuerza de la experiencia abriendo las mentes para al final, pensar como piensan los niños, otra vez las ideas primerizas que nos hacen inocentes ante un mundo complicado. Quisiera regresar a la infancia perdida donde un envase de cartón se convertía en un coche de bomberos, una escoba en la moto de un policía, unos palillos mondadientes en jeringuillas de los médicos y un trozo de caña en el caballo de Napoleón. Y las ideas que uno tenía, no se inculcaban, pero eran admitidas y nos daban el mayor logro que el hombre busca y casi nunca encuentra: la felicidad.
Las ideas hay que tenerlas muy claras, para lo cual, se exige una limpieza constante, lavar las ideas, es construir un hábitat mejor para quienes nos rodean y para nosotros mismos. Como mejor se lavan las ideas, es escuchando las del contrario, aunque sea un enemigo, y mezclar los puntos de vista, si conseguimos el acuerdo, habremos hecho un verdadero zafarrancho. Y todo lo demás, vendrá por añadidura: el amor, la amistad, el respeto...



*Publicado en el Semanario Aquí Nº 29 de Lusitania Ediciones, página 14, Badajoz 3 de julio de 2003.

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