Estamos ante una obra merecedora del
premio aludido, escrita desde el compromiso social-literario. Muy cuidada la publicación
por parte de la editora valenciana Algaida, que no ha escatimado esfuerzos al aportar
un tratamiento exquisito en el resultado final, así como una atenta vigilancia al
texto, donde no hemos encontrado una sola errata, tanto de ortografía como
tipográfica. La encuadernación está hecha en cartoné con lujosa portada y
sobrecubierta en pliego satinado de alta calidad que nuevamente reproduce un
montaje de auténtico y sugerente diseño fotográfico: un revólver ocupa el
primer plano sobre el mar embravecido rompiendo el oleaje contra las piedras de
la costa, a lo lejos el “Prestige” sobre un cielo gris de fondo y una gran mancha
negra diluyendo desde la parte superior del conjunto, como si de sangre se tratara.
Todo ello es de agradecer, facilitando en buena medida, el gozo visual, un
atractivo tacto y, por supuesto, la lectura.
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Sánchez Dalama, ganador del certamen (izquierda) y el autor de esta reseña (derecha). |
Comienza
Dalama dedicando la historia que aquí reseñamos: En memoria de Manfred Gnädinger, el alemán de Camelle y excéntrico
personaje que fue víctima y culpable del naufragio del petrolero “Prestige”,
ocurrido el 13 de noviembre de 2003. El mismo autor, al inicio del prefacio,
nos hace la advertencia de que Cualquier
parecido entre los sucesos narrados en esta novela y la realidad pueden ser el
resultado de una nueva coincidencia. Sin embargo, la realidad está ahí, mas
siendo inalterable, siempre supera a la ficción, como suele decirse y, en esta
novela, hay mucho contenido que, efectivamente, coincide con los hechos
ocurridos en relación al hundimiento del “Prestige” frente a las costas de
Galicia, si bien, las circunstancias que
rodearon ese naufragio, quedan entreveradas con una historia de amistad,
venganza y narcotráfico (tal como se apunta en la solapa de contraportada),
donde otro personaje creado por nuestro autor, también es víctima y culpable a
la vez de ser víctima: Ángel –un policía corrupto– que naufraga,
metafóricamente en este caso, no sólo en su matrimonio con Cristina, sino por
añadidura, en su trabajo y relaciones humanas, luchando para sobrevivir en una
sociedad tan aciaga y por buscar el
verdadero sentido de la vida a las mismas puertas de la muerte, siguiendo
la nota de la solapa antes referida.
Encabeza el
relato la voz en primera persona de un niño de once años y habitante de
Camelle, el pequeño pueblo de pescadores en la llamada “Costa da Morte” de La Coruña,
donde arrecia la mar brava y los perceberos reciben la furia del oleaje al ser
golpeados contra las rocas de una manera constante. Así queda reflejado en la
portada y sobrecubierta, anteriormente comentadas.
Manuel
Sánchez, ha construido dos historias que sabiamente urdió para acoplarlas en la
coherencia de una sola, jugando con
los capítulos que alterna y que, por otra parte, se leen con suma facilidad al
ser breves (entre cinco y diez páginas generalmente). Historias personales que
penetran en el lector para revolver con
revólver (valga el juego de palabras) y arañar en las conciencias, para remitir
una denuncia y hacer una especie de lavado en los entresijos del cerebro, el
verdadero responsable de los naufragios,
los accidentes que, en mayor o menor medida, todos sufrimos o sufriremos. Corresponde
a la Justicia castigar al culpable material, aunque en muchas ocasiones, sea
difícil encontrar ese culpable o, aún siéndolo, resulte inocente de los cargos
imputados por falta de pruebas o cualquier otra circunstancia que aporte algún
atenuante. En el caso del “Prestige” y que nos ocupa, cuando en un futuro se celebre el juicio por las toneladas de petróleo
vertidas al mar y en consecuencia, el enorme impacto contra el medio ambiente
de la gran “mancha negra”, así como el inmenso gasto económico que supuso
limpiar las playas del chapapote, habrán pasado años –se ha cruzado el umbral
de una década– para hacer responsable al griego Apóstolos Mantouras, Capitán del barco y quien tendrá 70 años de
edad –si no los ha cumplido ya–. Y la Justicia siempre exime condenar a un
anciano. Por todo ello, es la misma sociedad la culpable. Todos tenemos un cierto
grado de responsabilidad en los acontecimientos que suceden y afectan a la
sociedad. Nadie es inocente, como
bien dice José Javier Abasolo, son las
distintas condiciones humanas las que velan porque así sea. Por este motivo, el
policía corrupto de nuestra novela, no es el único culpable de la ruptura de su
matrimonio, pues su hasta entonces esposa, no hizo nada por favorecer la
convivencia, ella únicamente se preocupaba por su aspecto físico, estatus social
y ascenso en su trabajo.
La mancha negra, título
ilustrativo y sugerente, nos enclaustra y nos sugiere un doble sentido: por una
parte, cataloga tema y estilo como novela
negra con reminiscencias del Pepe
Carvallo de Vázquez Montalbán y,
en el otro sentido, interpretamos esa mancha tan oscura, como el mismo petróleo
derramado y flotando en el agua.
Manuel Sánchez Dalama,
sobresaliente contador de historias, ha hecho posible la transformación de unos
hechos reales, a la realidad de la alta Literatura. Enhorabuena para él y para
todos sus lectores.
Badajoz, junio de 2011
© Cosme López García
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