Nocturno y lluvia

Nocturno y lluvia. (Paisaje urbano. Óleo sobre lienzo. Cosme López García).

SEMBLANZA PARA NOMBRAR AL POETA MANUEL PACHECO*

CONOCÍ a uno de los poetas más importantes del siglo XX, Manuel Pacheco Conejo, en 1987. Nos presentó el pintor Antonio Vaquero Poblador, amigo grande desde la infancia que fue de Pacheco.
La familia de las tres emes: Manolo, su mujer Manolita y su hijo Manolito, vivían en un modesto piso sito en la carretera de Sevilla. Aquí recité el primer poema con dedicatoria que le escribí, titulado La Feria, en alusión metafórica a lo que, para ambos, es la vida. Aquel poema dice así:

                 LA FERIA

       (A Manuel Pacheco)

Oigo una voz entre voces de feria
que perfila el ruido que respiramos:
me habla de las cortinas de miseria,
para hacer sentir a los que lloramos.

La vida: esa encrucijada tan seria
que en la Tierra del Cáncer tanto muere
por abrazar a los poetas hermanos,
Retrato a plumilla del poeta Manuel Pacheco
por Vaquero Poblador
allí donde el alma quimera quiere.

Tú eres, Pacheco, esta cercana voz:
el Jazz de Arcángeles Sonámbulos
que habiendo conocido el filo de la hoz,
han cosechado mis ojos lánguidos.

Tengo hambre y sed, Pacheco;
tengo hambre y sed por tanto macelo
que el hombre para los hombres ha hecho
queriendo ganar un trocito de cielo.

A mí también las máquinas me dan miedo:
no puedo subir a esos cacharros
puestos en la feria del presente.

Padezco el vértigo de mil catarros
que en forma de sangre mi garganta siente
rompiéndose cual puchero de barro.

Amigo mío, aún nos queda el Guadiana:
nuestro querido, aliado y triste Carro
que circula paciente, sin galbana

por nuestro paciente Badajoz sediento,
cual fruta del verano madura ya vana,
que vive marchita sin apenas aliento. 

Con el gran poeta Manuel Pacheco,
en su casa frente al Pryca
El tiempo fue pasando. Pacheco y familia se trasladaron a otro pisito, también modesto, pero al menos nuevo y con ascensor que venía muy bien para la delicada salud de su mujer. Su nueva casa, situada frente al Pryca que poco a poco te mastica, en corto pareado de nuestro mutuo amigo Antonio Viudas Camarasa, seguía estando siempre abierta a todos.
Mi amistad con Pacheco se fue forjando cada vez más. Yo le visitaba casi a diario. Nos servíamos un par de whisquis con hielo y acompañados por unas almendritas peladas. Tertuliábamos. Me leía los últimos versos salidos de su infatigable creación mientras yo “aprehendía y aprendía” a ser poeta leyéndole los míos. Me contaba anécdotas vitales: cómo conoció a Gloria Fuertes, a Cela, a la cantante Cecilia, a Luis Landero, a Pedro de Lorenzo, a Luis Landero..., y me enseñaba leyendo las cartas que recibía de éstos y de una lista interminable de autores latinos, donde pude comprobar el gran respeto y admiración que todos ellos le profesaban. Pacheco me regalaba libros, muchos libros de poesía, ensayo, documentales, novela, libros de cuentos para mis hijos, hasta libros pedagógicos. En un solo día, llegó a obsequiarme con la friolera cifra de cien libros, CIEN, y de una sola tacada: la colección completa de La Centena. Hacíamos intercambio de las letras impresas: de donde Pacheco venía yo iba y al revés.
Leí a Manuel Pacheco el autoprólogo de uno de mis libros, Ácido Poético, después le dejé el libro para que lo echara un vistazo y me escribió la siguiente entradilla:

PROSEMA PARA ANALIZAR LA ACIDEZ DE TU LIBRO ÁCIDO POÉTICO

(A Cosme López)


El ácido que contienen tus poemas me gusta porque en él has derramado la verdad de la vida. Humanamente hablando, tu ÁCIDO es necesario, ahora que los poetas jóvenes son casi todos filólogos y atienden más a la belleza que al hombre y al mundo que les rodea, ellos buscan palabras bellas y escriben sobre jardines o viajes, mucha venecia, mucho grecia, muchos mitos, pero no se manchan ni se comprometen.
Y ya mi abrazo EN LA POESÍA QUE ES EL MINISTERIO DE LA LIBERTAD.

-Manuel Pacheco-

Fuimos a recitar nuestros respectivos poemas, en un mano a mano, por algunos Institutos extremeños y, puedo dar fe, de “lo bien que caía” a alumnos y profesores; jamás he visto a niños y adolescentes, ¡tan inquietos!, comportarse con un silencio sepulcral escuchando los versos de Pacheco, salidos en directo. Poeta amigo de los niños, se notaba felicidad en su rostro cuando notaba felicidad en el rostro de los demás.
Hemos ido juntos a actos culturales como exposiciones de pintura: Vaquero Poblador, Eduardo Naranjo, Juan Barjola, Jaime de Jaraíz...; a representaciones teatrales en el López de Ayala con obras de Jorge Márquez. Pacheco me ha presentado a mucha gente y cultivo amistades gracias a él.
Cuando edité mi libro Cartas para el recuerdo y tardes de otoño, Pacheco me escribió uno de sus prosemas, el que figura como encabezamiento del libro; dice así:

PROSEMA EN FORMA DE MÚSICA DE OTOÑO
(A Cosme López)

Las brisas del otoño acarician las hojas secas y el silencio de la música ilumina el aire de la vida. ¿Se piensa el Pensamiento? Los pintores del crepúsculo azulan el azul para que brillen las estrellas. En el lienzo de las nubes los colores matizan la muerte de la luz iluminando de tonos musicales las aguas con alas. Pecellín y Valhondo extasiaban sus pupilas para retener la belleza y la habitación con ruedas nos llevaba a la realidad de la poesía.Una gota en las cenizas de la luna enhebra el hilo del silencio y la palabra en el espejo nos demuestra la agonía de no entendernos. El tacto ilumina oscuros pergaminos y un aroma de vuelo acaricia la flor de una muchacha.Las luciérnagas iluminaban la yerba y la circunferencia de lluvia se convertía en arco iris.
El té tiene el color de un libro de poemas escrito en otoño.
La muerte era una piedra dibujada en el viento.
-Manuel Pacheco-

Incluí, en este libro del otoño, un poema que yo había escrito el día en que Pacheco ingresó en la Real Academia de las Letras y las Artes de Extremadura. Es el siguiente:

MANUEL PACHECO, EL POETA, EL HOMBRE

(En el 27 de octubre de 1991,
día de su ingreso en la Real
Academia de Extremadura)

Enhorabuena, Pacheco;
ya eres de las cifras número
y en las Letras numérico.

Enhorabuena al Poeta, al Hombre
y al Niño que llevas dentro.

Yo no tengo traje oscuro,
Manuel Pacheco. Portada del libro de poemas
dedicados a la pintura deVaquero Poblador
pero tengo a los “Vaqueros”,
amigos de tu poesía
y amigos nuestros.

Te sienta chico el frac
en este “Colegio de Médicos”,
pero hoy se hace grande Extremadura
con sus hombres y sus pueblos.

Ellos son tus libros,
ellos los que te eligieron;
ellos retratos vivos
de auténticos extremeños.

Estás de enhorabuena,
aún más los académicos,
porque saben que se llevan
al Poeta de la Tierra y los Recuerdos...

Ante su libro “Las noches del Buzo” en Edición de Viudas Camarasa, le escribí un poema extenso dividido en tres partes, las mismas de las que consta el libro. Estos versos llevan por título “Inmersión nocturna”: el buzo es el poeta que se sumerge en las profundidades oscuras que son las noches. Este es el poema:

INMERSIÓN NOCTURNA

A Manuel Pacheco,
por “Las noches del Buzo”

Sumergido en los mares
de la Vida y la Muerte
para gritar la Verdad,
el Amor y la Libertad;
–me dices dedicando
el buzo con sus noches–,
este Poeta o náufrago que jamás
necesitó botellas de oxígeno
y ni siquiera escafandras,
sólo un cristal
de arcángeles azules
que te fueron drogando hasta
saciar tu espalda doblada
de tanto mirar
el suelo de la tierra
buscando el cielo.

Dame la mano, Pacheco mío,
escríbeme en ella un poema
que siga cantando el NO de la rebeldía.

Tu oficina huele
a papel de estraza,
a trabajo, a máquina
de escribir desenchufada,
y oigo el tic tic
de tus letras mecánicas
veinte bloques de pisos
más acá de tu casa,
nítido el sonido visceral
de ese pájaro de aire
que tienes en tu jaula de agua.

Himno al Sol tendido
bronceando y nadando palabras,
como un barco
en la grupa del lenguaje
que al galope escapa
de diccionarios cárceles.

Y yo no necesito huir
porque tú me has dado
una llave maestra
que abre todos los libros cerrados.

¡Ay! mi buen amigo sabático,
me hubiese gustado
haber nacido antes
para estar junto a Esperanza y a tu lado;
pero del nacer (o del morir)
nadie tiene la culpa.

Ahora miro las manos de Van Gogh
y me atrevo a retratarle
en una tela, hay una nube
de cuervos alrededor
donde se hace espuma una montaña.

Portada del poemario Las noches del buzo.
Manuel Pacheco
Mientras exista el aire
vivirán pianos y flautas,
la música en acordes de armonía
que hacen bailar los planetas,
según Pitágoras.

Después vendrá el recuerdo
a través del espejo hecho infancia,
hoy presente, el mejor de los tiempos vivido
sin relojes ni campanas.

¿Para qué esperar sentado
en sillas mullidas y amplias?,
siempre tuvo cosecha quien se acordó
de sembrar al mundo con palabras,
el futuro es ahora, aquí
está el Amor y el celaje del alma.
 
Subiendo bajando o bajando subiendo,
ser hombre pobre antes que pobre hombre
y verse así, sin nada:
otra vez el espejo
convertido en agua.

Llega un río que hay que cruzar
fondeando una noche de buzo:
la vida y la muerte
que también hay que ganársela.

Flotar como una pequeña balsa
que se hunde poco a poco
por el peso de la gente y tanta
injusticia hedionda;
sacarme de una vez el agua
y que vuelva al agua
como la ceniza a la ceniza,
sin infierno, Dios no quiere
destrozar nuestra barca.

Pacheco, dime dónde está la araña
que agarra a los puros
y deja libertad canalla
a los animales corruptos;
me dices que está en la tela de la Ley
desde que uno es ENTE,
SER, EXISTENCIA vorágine
de mandamiento presente
hasta en el mismo aire,
única Libertad con la que estamos de acuerdo,
más allá llora un niño calladamente,
como si tuviera miedo
de hacerse adulto en la rapidez
o sobresalto de un sueño.

Peligro latente
y otra vez clavado
en el crucifijo del tiempo,
la puerta que hay que abrir
aunque no sepas lo que hay dentro,
la habitación oscura en la noche
que parece una tumba del cementerio;
la luz de la locura se asoma entonces
a los entresijos del cerebro,
aquí los dioses y demonios tienen su morada
y el descanso eterno;
una estrella-cometa
extiende sobre el cielo
un poema sacado a esta noche,
no es fugaz su verso
escrito a tanta altura
y echado en las estrofas del viento.

La luz dibuja una rosa
en las circunferencias del agua,
y tú no quieres pensar
porque eso sería ahogarla.

Ser o no ser, ¿Conejo o ratón?,
pienso, luego muero,
vacías un cajón,
la verdura al apellido y luego
te comes el queso.

Dentro de la mirada
hay una vida puesta
que mira al mar y palpa
el mundo entero,
el submarino se niebla
y emerge con toda su fuerza.

Se oye un grito que canta
LIBERTAD hasta la muerte,
así con boca abierta a la garganta,
voz que olvida nombres
y se acuerda de cada uno,
renglones torcidos
como los derechos del hombre;
en un chozo, un burro mató a un niño.

A Dios rogando, misa y beatas
mientras esté la muerte,
vivirán las palabras.

El infierno está aquí en la Tierra,
arde una pira humana,
tribunal medieval,
sentencia de torquemadas.

Sembrando una paloma
los hijos serán mañana
pueblo, trabajo, historia
de verdad jamás contada,
pero en mitad del camino
pusieron una gran plaza
con toreros armados hasta los dientes,
el coso taurino
de olés, pitos, pandereta y charanga.

Impolíticos a manos llenas
inflaron la panza;
la Paz imposible porque
los del guante blanco mandan.

Siempre nos quedará una rosa
sobre el verano del dulce Guadiana,
los ahogados del crepúsculo
río abajo bajo el agua;
belleza que poco dura
por los arrabales de un MAPA...

Cuando salió a la plaza pública de la Literatura mi libro Desde una mirada cómplice y Edad, coloqué en la primera página un poema que Pacheco me dedicó y que dice así:

A MI AMIGO COSME, PARA QUE SIGA LUCHANDO POR LA POESÍA Y LA PINTURA

Son tus ojos de Poeta
que quieren pintar el Mundo
Portada del libro Desde una mirada
cómplice y Edad, de Cosme López
en una cuartilla blanca.

La Alondra de la Poesía
se ha convertido en fantasma
y en blancura de silencio
te enfiebra de azul tu alma.

El color de la cuartilla
se hace lucha cotidiana
y en un espejo sin nombre
donde buscas tu MAÑANA.

Libélulas de rocío
se convierten en fantasmas
y amanece en tus insomnios
la Aurora de la PALABRA.

La Pintura y la Poesía
han penetrado en tu Entraña.

Badajoz, 21 de junio de 1993, primer día de verano.
Tu amigo: Manuel Pacheco

El último poema que yo le he escrito, ya no pudo leerlo; pero me cabe la satisfacción de que, desde allí arriba donde Pacheco se encuentra, ahora mismo está escuchándome y termino recitándole estos versos y que titulo “Guadiana”, el río que se lo llevó y a quien tanto amaba. Comienzo el poema copiando una cita de “Canto a mí mismo” de Walt Whitman, que fue muy leído y admirado por Pacheco:

GUADIANA

(En la entrega de los restos del poeta Manuel Pacheco
Río Guadiana, 28 de Marzo de 1998)

... Y en cuanto a ti, muerte, y a ti amargo abrazo
mortal... es inútil que trates de asustarme.
... Y en cuanto a ti, vida, pienso que eres el legado de
muchas muertes,
sin duda yo he muerto diez mil veces antes.
Parto como el aire... agito mis blancos rizos hacia el
sol fugitivo,
vierto mi carne en remolinos y la dejo ir a la deriva como
jirones de encaje.
Si no me encuentras en un lugar, busca en otro,
estoy en alguna parte esperándote.

(De “Canto a mí mismo”. Walt Whitman)

Mirad:
aquí está el agua del río,
el agua que todo se lo lleva corriente abajo
y nos trae a la memoria los barquitos de cáscara de nuez,
infancia ya a la deriva en un adiós definitivo.

Mirad, mirad el Guadiana en calma,
Portada del libro sobre la Poesía de Manuel
Pacheco. Tesis doctoral de Raquel Manzano
como un niño bien educado, antes inquieto,
hoy pareceno haber roto un plato y sin embargo
ahora le está nadando en forma de ceniza
aquel niño que en la “Isla de los Monos”
comenzara a vivir y a amar.

El Guadiana cantado siempre a coro
por cuantos poetas en él se bautizaron;
mas el tiempo es otro y ya nadie se moja.
Pacheco se hace molécula del agua,
se deshace su carne y se mezclan
las letras de su nombre Manuel,
de sus versos que también son metáfora de agua
con los “Ojos” azules del Guadiana.

Desde la baranda...,
asomaos para ver este río,
esta vena que recorre Pacheco: el Poeta, el Hombre,
siempre vertical aunque el cansancio
le obligara a mirar al suelo.

La corriente se lleva al Poeta,
pasará por su pueblo,
cruzará el mar
como un mensaje dentro de una botella,
él navega sin barco
y algún día rozará las playas de América,
la que a tantos extremeños hizo universales.

Guadiana:
acoges a quien tanto te amó,
a quien su deseo fundirse fue contigo,
con orgullo te lo entregamos,
es nuestro compromiso, nuestro deber,
el mejor homenaje al maestro
que desde nuestros corazones
podemos ofrecerle.

Mirad el Guadiana...
Mirad a Pacheco...
Como un fugitivo de la “Tierra del cáncer”
se va;

“Arcángel sonámbulo” entre “Noches de buzo”,
Poeta de los poetas
como un Cristo sobre las aguas.

Amigos, muchas gracias a todos y que podamos disfrutar del placer que supone, contar con la gran OBRA que MANUEL PACHECO nos ha regalado.

Badajoz, abril de 1998
 

*Texto y poemas leídos en el Aula Esteban Sánchez (Caja Extremadura) de Badajoz, el día 24 de abril de 1998, en un acto homenaje a la memoria del poeta Manuel Pacheco, fallecido el viernes 13 de Marzo, incinerado en Alcalá de Henares y arrojadas sus cenizas desde el embarcadero al río Guadiana, tal como Pacheco quiso, el domingo 15 a las 18:30 horas. Al acto asistieron su hijo Manolo, el pintor amigo Antonio Vaquero Poblador, la poeta Rosa Lencero y el albacea de Pacheco, el profesor y académico Antonio Viudas Camarasa. Un total de ocho poetas leyeron poemas dedicados a Pacheco, así como los cantautores Jesús Villar y José María González Campillejo. El texto y los poemas, se publicaron en la Revista Al Aire Nº 2, página 11 de la Universidad Popular de Campanario, Julio de 1998.

1 comentario:

  1. me interesaria saber mas sobre este poeta! mi facebook... sam m-offenbach http://www.facebook.com/sam.moffenbach

    ResponderEliminar