Nocturno y lluvia

Nocturno y lluvia. (Paisaje urbano. Óleo sobre lienzo. Cosme López García).

jueves, 20 de marzo de 2014

UN AMOR VERDADERO



             






(A mi primo Miguel el de “La Manolita”,
a su mujer Antonia “La Molana”
y a sus hijas Manuela y Leonor)


       YA sabemos que hay amores que matan: en ello estuvieron personajes históricos como Cleopatra y Marco Antonio, protagonistas de ficción shakesperianos como Romeo y Julieta y galanes románticos como José de Espronceda y su querida Teresa Mancha, a quien tuvo que raptar de las garras de un marido que le doblaba en edad, rapto del que pudieron disfrutar brevemente, pues poco tiempo después, murió Teresa de tuberculosis. Los dos estuvieron enamorados desde adolescentes, pero por circunstancias de la época –España se encontraba en guerra con los franceses y había mucha miseria–, motivos que llevaron a Teresa a casarse con un comerciante español de cierta fortuna que residía en Londres y así, ni Teresa ni aquel marido, pasaron estrecheces. En fin, amores que matan, como decía al principio, pero morir por amor, ¿no es una heroicidad? Volvamos a Espronceda y obtendremos la respuesta en una de sus muchas composiciones en octavas reales y que tituló “Canto a Teresa”, inspirado tras la muerte de su amor. He aquí una pequeña estrofa de este poema largo:

¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
que fuera eterno manantial de llanto,
tanto inocente amor, tanta alegría,
tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
en que perdido el celestial encanto
y caída la venda de los ojos,
cuanto diera placer causara enojos?

            El amor, el amor... No existe nada más hermoso en esta vida. El verdadero amor que se da sin esperar nada a cambio, el que se entrega sin preguntar, el que se ofrece con la flecha de la libertad y con la misma es correspondido. La pasión que surge y se mantiene para siempre, como esa llama de la vela que tantas veces hemos comparado. La vela que no se apaga, únicamente al morir.

            Y el amor verdadero es todo eso y mucho más. Es estar al lado de quien amas aunque sea en los momentos más duros. Es cuidar hasta el más mínimo desasosiego que haya hecho mella en el enamorado o enamorada, es incluso, llorar a escondidas para no desalentarle y sacar fuerzas para poder sonreírle en su presencia y así ofrecerle la alegría de vivir, alentando y subiendo el ánimo, porque todo eso es la mejor medicina. Sí, el amor lo cura todo. La fuerza del amor verdadero, si es necesario, mueve montañas para llegar a donde exista el más mínimo problema que pueda poner en peligro la estabilidad de ese enamoramiento.

            Escribo por experiencia propia. Porque he observado en mis semejantes esa fuerza descomunal del amor a la que he hecho referencia. Lo he visto con mis propios ojos y lo he sentido con mi propio corazón, casi siempre en muchos hospitales a los que no dejo de asistir, por desgracia. Suelen ser casos clínicos de enfermedades o dolencias de las que ninguno estamos exentos, situaciones de auténtica gravedad, donde en un quirófano se trata de volver a nacer o, simplemente morir.


            Y como ejemplo de lo que digo, quiero anotar ahora el último hecho que me ha vuelto a demostrar que el amor verdadero existe. Y ha ocurrido en mi entorno familiar, no hace mucho tiempo. Ocurrió al final del mes de mayo y principio de junio. Mi primo Miguel Ruiz García, tiene un corazón de oro, metafóricamente hablando. Un hombre honrado, afable y cortés, un romántico de los que hoy apenas se encuentran, un hombre que es, en el buen sentido de la palabra, bueno, como dejó escrito el poeta Antonio Machado en su “Autorretrato”. Sin embargo, este corazón de oro fue debilitándose con los años, se iba cansando de tanto latir, pero nunca de amar. Todos los motores se desgastan con el tiempo y necesitan un engrase, una reparación, un repuesto... Y a mi primo Miguel le trasladaron del Hospital comarcal de Don Benito al Hospital de Badajoz y de cuyo nombre no quiero acordarme, dicho quijotescamente. Y digo bien, sólo me refiero al nombre de ese Hospital, no a los auténticos profesionales que allí trabajan, pues entre todos, han devuelto a mi primo las ganas de vivir, que es tanto como decir, devolverle la vida. Y no sólo agradecemos a esos profesionales que
lo han hecho posible, también gracias a la alta tecnología que hoy gozamos, pero ahora me falta por nombrar lo más importante y que es el hecho esencial por el que Miguel sigue hoy a nuestro lado. Y ese hecho esencial es, cómo no, EL AMOR. Ese amor que estuvo horas, días y varias semanas sin dormir, pero en cambio, sin desfallecer, con la esperanza puesta en los médicos y rezando a nuestra Virgen de Piedraescrita. El amor verdadero ofrecido por su querida Antonia “La Molana”, por sus hijas Manuela y Leo, por sus hermanos Juan “El Palomo” –yo me lo guiso, yo me lo como–, e Inés. Y más amor y apoyo, todo el que poseíamos y pudimos aportar los demás familiares y amigos.


            A mi primo Miguel, le abrieron en canal, le cortaron varios trozos largos de arterias que estaban en su pierna izquierda y se las cosieron empalmando con la aorta principal del corazón. Una intervención quirúrgica que vale por dos, pues pasadas más de 5 horas en uno de los quirófanos de aquel Hospital que no quise ni quiero nombrar. Una larga operación de doble bypass coronario para mi primo. Y después de tantísima gravedad, aquello del bypass (qué palabro tan anglosajón) ahora nos suena como si se tratara de beberse un wisqui doble, vaya. Una semana más en Cuidados Intensivos y de aquí pa casa, a Campanario, a cuiadarse Miguel, y a cuidar tú también de quien tanto te quiere, de tu esposa, que está y estará siempre a tu lado y es una mujer como la copa de un pino. Entre los dos habéis formado una familia formidable, y válgame el juego de las efes, pues por algo es la Fe la que mueve esas montañas que antes señalé. Vuestras hijas con sus maridos y vuestras nietas, serán siempre montañas de besos, abrazos y amor.

            Miguel, quiero decirte para terminar, que tu corazón seguirá siendo de oro por muchos años más y que, gracias a ello, muchas personas de tu entorno serán plenamente felices.

            Y a ti, Antonia, sé que tu amor es ilimitado y gracias también a eso, todos los que te rodeen podrán sentirse como en casa y orgullosos de tener una madre y una abuela ejemplar.

            Mi abrazo tendido y alargado para todos vosotros.


Badajoz, junio de 2013
© Cosme López García



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