Nocturno y lluvia

Nocturno y lluvia. (Paisaje urbano. Óleo sobre lienzo. Cosme López García).

LA CASA FAMILIAR (Calle Sevilla, Nº 14)*


Las piedras en gruesas paredes
del cimiento al tejado hecho bóveda;
el tren pasaba lejos de la casa familiar
y la estación era siempre despedida;
niño aún, oí silbar viejas locomotoras
tendido sobre el colchón de lana,
aquellas siestas con suaves tintineos
traídos en el aire puro del sonido.

Entraba un haz de luz
a través de la ventana que jamás
encajó en su cerco alterado,
madera ya vencida por el clima,
carcomas y otros insectos;
la habitación claroscura,
su natural frescor envuelto
con la penumbra inquieta adolescente.

Agosto dejaba alguna tormenta
siempre rápida,
inconfundible olor a tierra mojada.

El patio de rolliza, el naranjo centenario,
un pozo con brocal azulejado,
el chirriar de la carrucha y la cuerda
atada al campanillo,
en un rincón la tinaja tapada,
encima, el pomo de aluminio.

Arriba el doblado
con un montón de trigo,
del cañizo pendía la chacina
en los cordeles del tiempo.

La casa sola en el pueblo,
de vez en cuando vacaciones lentas...

Hoy he subido al viejo doblado,
¡cuántas cosas!,
las recuerdo todas:
las espuelas oxidadas
que brillaban cuando mi padre las lucía
en el cuero de su bota campera...,
la yegua blanca..., la romería...;
la plancha encarbonada,
herencia de la abuela,
que no coincidió su vida
con un sólo año de la mía;
más allá..., en el rincón
de paredes desencaladas,
envuelto por tejidos suaves de telarañas,
está el arcón antiguo,
el baúl medio podrido:
dos bisagras no respondían
a la curiosidad;
un sombrero cordobés,
un chaleco y un cinturón de gala,
entre retratos
el carné de identidad,
la petaca,
la pipa y un arrozado papel de fumar.

Guardo ya el recuerdo
del tejado cubierto en liquen y musgo
que fueron poco a poco minando la techumbre,
cuánta lluvia sujetó evitando goteras,
humedades, reumas, gripes e inviernos;
el color rojo asienado en la arcilla labrada
formando ondas, perfectas curvas deslizantes
a modo de canales y siempre corriente abajo.

Voladizo armado, bien derechas las vigas
maestras, la fuerte madera resistente
a envites naturales y alguna metralla
caída del cielo en repentina guerra:
las cañas amarillentas colocadas en hilera
protegiendo el peso del barro hecho adobe
y a la buhardilla inferior del Capitán Trueno.

Morada de gatos y muñecas de plástico
con los brazos desencajados de sus hombros,
una bota o un zapato inservible,
también entre las grietas un avispero
y muchos nidos de golondrinas bajo la cornisa.

Pasó el tiempo lentamente adrede
por el tejado de mi casa familiar,
aquí creció la yerba y hasta un árbol
traído su polen por el aire
en las alas de un inocente insecto.

Tanta vida no puede morir
fuera de esta tapadera ya vencida,
el abandono hecho a propósito,
dejadez del desamor por lo que fue
sombrero de cabezas arpías.

Mirando los viejos muros,
pienso...
polvo, polvo y polvo,
entre cal y tierra...
escombros...

© Cosme López García

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*Se trata de la casa donde pasé la infancia junto a mis padres y cinco hermanos, sita en mi pueblo Campanario y en la calle y número que señala el subtítulo del poema. Publicado en el Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, número V, enero–junio de 1994, página 3, con el mismo dibujo de Vaquero Poblador. Se vuelve a publicar en la Página La Creación del Diario Hoy, domingo 27 de octubre de 1996.

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