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UERIDOS
amigos en el VIII Congreso de Escritores Extremeños. Permítanme que les hable
un poco de los libros, desde la histórica ciudad de Trujillo, sede de la Real
Academia de las Letras y las Artes de Extremadura. Trujillo monumental, siempre
con las puertas abiertas al mundo de la cultura y a cuanto acontezca en los
alrededores de ese orbe, como las ferias de muestras que en los últimos años
aquí han venido celebrándose, proyectos que se hacen realidad, gastronomía de
auténtico lujo gracias a la riqueza de los productos extremeños...
Y
qué les voy a decir yo a ustedes acerca de los libros y que no sepan; ustedes
que son quienes los escriben, leen releen y devoran, y lo más importante,
ustedes que los entienden aunque estén escritos en verso, en latín, en vasco,
en inglés o en esperanto. Hay que ver de cuántas formas pueden imprimirse las
letras acompañadas de letras, palabras, frases, párrafos, páginas,
capítulos..., ladrillos, vigas, bovedillas, cemento hecho hormigón estructurado
dando lugar al edificio, al tocho, volumen, tomo, ejemplar; en una palabra, al
libro.
El
libro, los libros, muchos libros son en los que aprendimos tantas cosas, los
que nos van haciendo cada vez más sabios y que como dijo nuestro paisano
bibliógrafo Bartolomé José Gallardo:
Sabios como los cirios, que por alumbrar
a Dios y a los hombres, se consumen ellos[2].
Alumbrados,
esa es la palabra. Así nos quedamos cuando hemos finalizado la lectura o
escritura de un libro, quien nos ha abierto la mente, nos ha hecho más tolerantes,
nos ha enseñado la perfecta educación racional siempre con la máxima libertad
de expresión. Pero ¡cuidado!, la enseñanza que podemos adquirir de un libro, no
debe cegarnos ni convertirse en un embolismo, no vaya a ser que nos pase como
al silogismo de los huevos y que aquí apunto:
Erase, como digo de mi cuento, un
honrado Labrador; y este Labrador tenía un solo hijo, y a este su único hijo,
no queriendo su padre verle hecho un destripaterrones como él, le mandó a
estudiar a Salamanca. De vuelta, a la veranada, queriendo el padre ver si Salamanca
había entrado en su hijo, como su hijo en Salamanca, le preguntó qué había estudiado.
–Lójica, padre (respondió el escolar). –Y ¿para qué sirve eso, hijo? –Padre,
para hacer silojismos. –Y esto ¿para qué es bueno? –Diré a Ud. padre (replicó
el hijo): los silojismos sirven, como verbigracia (estaban sentados a la mesa
donde acababan de servir –hablando con perdón– un par de huevos duros) ¿ve Vd.
estos dos huevos? Pues con un silojismo voi yo a hacer de estos dos huevos
trés. –Eso no es malo para la casa. ¡Mira mujer, lo que sabe tu hijo! Y
continuó el hijo, y silojizó sobre los huevos en esta forma: Aquí hai dos
huevos. –Es verdad. –Donde hai dos, hai uno. –Cierto. –Uno y dos son trés: érgo
aquí hai trés huevos. –En hora buena: (dijo el padre con socarronería, echando
mano a sus huevos) pues, mira, hijo, este huevo es para tu madre: estótro para
mí; y tú te comes el huevo del silojismo[3].
Graciosillo
el cuento, significando que no todo se aprende en las Universidades. Existen
muchos escritores autodidactos que son como el padre de este cuento, y muchos
eruditos de Facultad que, cegados cual quijotes, se creen lo mejor de lo mejor,
no se quedaron alumbra-dos con los libros, sino deslumbrados.
¡Si
Gutenberg levantara la cabeza! y viera la importancia que hoy en día tiene su
invento, esta imprenta evolucionada y revolucionadora. ¿Quién ha dicho que el ordenador
y las autopistas de la información acabarán con el libro? Nada de eso ocurrirá,
sino todo lo contrario, pensamos que las llamadas Nuevas Tecnologías están enriqueciendo la letra impresa.
Recuerdo
que finalizando una de las Ferias del Libro de Badajoz, concretamente el
viernes 8 de Mayo de 1998, desde uno de los salones del hotel Zurbarán, se presentó
una nueva aportación a la Literatura, la última Poesía que se estaba escribiendo
en nuestro paciente Badajoz. Se trataba de El vuelo de la palabra: la Poesía en Badajoz a finales del siglo XX,
un libro editado por ese Ayuntamiento, con el inestimable trabajo y aportación
económica de su Concejalía de Cultura y que no pretendía ser una antología más.
No se trataba de “exiliar” a poetas, sino todo lo contrario, dar cabida al
máximo número de autores que ofrecieran un mí-nimo de calidad y cuyas obras son,
indudablemente buenas. La recopilación fue tan sólo una pequeña muestra, la punta del iceberg de poemas que cada
escritor autoeligió, remitiéndolos a aquella Concejalía. La mayoría de estos
poetas son noveles y desconocidos en la plaza pú-blica de la Literatura.
Palabras, versos, estrofas... que estos rapsodas entregaron a un vuelo para
aterrizar en un aeropuerto, pequeño y a la vez gran espacio que nos ofrece un
libro. Pa-labras que ya han quedado inmortalizadas en letras de molde, pues es
la única forma de que así, no se las lleve el aire. Y pueden ustedes imaginar
la gran alegría reflejada en los rostros de aquellos poetas al ver su nombre y
apellidos al lado de sus propias creaciones.
Hubo
un martes anterior a aquel día, es decir, el 5 de Mayo y en aquel mismo lugar,
donde se desarrollaba una conferencia a cargo de Juan Manuel de Prada y
nos dijo:
… /... los escritores jóvenes, hoy día,
tienen más fácil publicar sus obras.
Sin
duda alguna, de Prada es un gran escritor, ya consagrado con el premio Planeta
1997, pero no podemos estar de acuerdo con aquella aseveración tajante, pues conocemos
a muchos jóvenes escritores que tienen no uno, sino varios libros listos para
la imprenta, pero que habiendo llamado varias veces a las puertas de las editoriales,
éstas se cerraron herméticamente. Y este es el motivo por el cual, el Ayuntamiento
de Badajoz, editara aquel Vuelo de la palabra, dando a conocer una
muestra bastante amplia de las muchas creaciones con el nombre y apellidos de
sus autores. Esta iniciativa supuso esa puerta abierta que las editoria-les
cierra y en el año siguiente, el 1999, movidos por el éxito, porque aquello
gustó, ¡vaya si gustó!, el Ayuntamiento presentó un nuevo ejemplar de poesía
junto a otro volumen de relatos: El Cuento en Badajoz a finales del siglo XX; y me consta que, todos los
años sucesivos, la Concejalía de Cultura seguirá en el empeño de ofrecer
ediciones tan importantes, o aún más, que las realizadas por las grandes
editoriales con los autores consagrados ¿por el dedo de Dios?, y que algunas veces, son poetas oficiales. A los protagonistas, a
los creadores hay que mimarlos,
porque van haciendo con su vida, palabra a palabra, grandes jirones, desga-rros
y arrojos, incluso hasta poniendo dinero de sus bolsillos en esa difícil tarea
del noble arte de escribir. Tomen ejemplo otros ayuntamientos e instituciones.
Realmente,
la edición de un libro es complicada, por no decir que para los jóvenes
escritores que están empezando, es casi imposible. Vivimos una sociedad con muchos
adelantos, pero desgraciadamente, funciona con dinero, y un libro es caro, muy
caro. Cuesta mucho imprimirlo, distribuirlo, venderlo (si se vende, pues muchas
ocasiones, ediciones enteras se quedan guardadas en el armario de algún
almacén). Por eso, las subvenciones o ayudas a la creación y publicación
siempre son bienvenidas, pero quizás algo escasas si lo comparamos con los
presupuestos de grandes partidas que se llevan otras actividades como el
deporte, por poner un ejemplo; claro que, para escuchar o leer a un poeta,
nadie paga, es gratis; y sin embargo, para ver un partido de fútbol, se pagan cantidades de vértigo, incluso para visionarlo en la televisión. ¡Cultura de
masas! Guerra de audiencias mientras la publicidad ingresa el parné, ¡miles de
millones! moviendo los hilos de tanta charanga, pandereta e incultura. El dine-ro que
manda, ordena y nos coloca a cada uno donde, lo más probable, no nos corresponde.
Yo,
ustedes perdonen, no puedo decir que el mundo de la edición vaya viento en popa, como la canción del
pirata. Hablo por quienes conozco personalmente, incluso hablo por mí, harto ya
de tanto bandidaje, camarillas, amiguismos, compadreos y palmaditas en la
espalda que rodean el mundo del libro, quien puede ir a la deriva si por ese
camino sigue, piratería ar-mada con viento en proa, contracorriente que impide
despejar el avance de nuestros barcos, de nuestros libros.
Hay
demasiados cargos en la “Librería”, así, entrecomillada. Demasiados cargos que
espero, esperamos, no les pase como apuntó el campanariense Gallardo:
Hombres así tienen el alma en borrón; y
son como las tabletas de los libros de memoria, donde lo que hoi se escribe,
mañana se borra. Una tal conciencia de jareta es como la romana del Diablo que,
según la común fórmula proverbial, diz que entra en todas: a donde carga la balanza
del poder y del interés propio, allá se carga: que esa raza de jentes, como los
camellos se arrodillan para después levantarse con la carga, ¡se echan ellos
por tierra para alzarse con los cargos!
“Así se vive en puestos y en honores con solo en la opinión cambiar colores”[4].
Cargos
que son políticos y, por tanto, quizás los menos meritorios. Y en política ya
se sabe, se trepa más que la yedra. Recordemos a Calderón cuando en
estas redondillas decía:
Yo conocí un tál por cual,
que a cierto conde servía,
y Sotillo se decía.
Creció un poco su caudal.
Salió de mísero y roto,
hizo un ausencia de un mes:
conocíle yo después;
y ya se llamava Soto.
Vino a fortuna mayor
(era su nombre de gonces):
llegó a ser rico, y entonces
se llamó Soto-mayor[5].
En
fin, ahí están los libros, saliendo aunque sea a cuentagotas. Léanlos, escríbanlos,
recomiéndelos y disfruten, que hay pocos placeres como la Literatura y sus alrededores,
que un libro, si no ayuda a triunfar, por lo menos ennoblece y engrandece
nuestro espíritu.
Quisiera,
desde estas líneas, aprovechar para agradecer a todos aquellos que viven para
el libro, no que viven de ellos, personas que están siempre a la última, que saben
de saber, críticos de crítica constructiva, eruditos de buenos análisis y
mejores comentarios de texto, bibliófilos y bibliógrafos con un amor infinito a
las letras. No puedo por menos, que recordar el nombre de Don Manuel
Pecellín Lancharro, infatigable pluma consejera y gran entendedor de la
asignatura literaria, conocedor de libros raros y un sinfín de parabienes que
ennoblecen al libro. Vaya para él mi aplauso y el de todos, máxime cuando ha
sido víctima de politiqueos que no pretendo ni deseo exponer por cuanto
injustamente ha sido tratado.
Muchas
gracias por la atención prestada.
© Cosme López
García
Badajoz, febrero del 2000
1Comunicación
al VIII Congreso de Escritores Extremeños, celebrado en Trujillo los
días 19 y 20 de Febrero del 2000. Publicado en las Actas del mismo.
2El
Criticón. Papel volante de Literatura y Bellas-artes.
Bartolomé José Gallardo. Madrid. Imprenta de I. Sancha, 1835. Nueva
Edición de la Excma. Diputación de Badajoz y Excmo. Ayuntamiento de Campanario.
La cita se encuentra en la página 57.
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