Nocturno y lluvia

Nocturno y lluvia. (Paisaje urbano. Óleo sobre lienzo. Cosme López García).

domingo, 14 de diciembre de 2014

BARTOLOMÉ COLLADO JIMÉNEZ:
UN POETA EN DOS SIGLOS HABITADO[1]


            ME pone un WhatsApp nuestro querido amigo Juan Antonio Méndez y me dice que está preparando un Homenaje al poeta Bartolomé Collado Jiménez, el más veterano de todos. La palabra homenaje está bien, es encantadora, pero a mí me gusta más otra palabra para nombrar un acto de esta relevancia. Esa palabra es semblanza.

            Semblanza dedicada a un poeta de los que ya no quedan, a un escritor tan prolífico como culto y tan inteligente como rebelde, dentro de su romanticismo original. Romanticismo, digo, que por desgracia, sigue desapareciendo cada vez más. Sin esta fuerza motriz no puede haber verdadera Poesía en las venas de los poetas jóvenes que despuntan como setas en otoño. Hay que tener cuidado, pues ya sabemos que algunas son muy venenosas.

            Bartolomé Collado, es este quijote del pasado siglo y del siglo XXI que deambula por los bares deshaciendo entuertos y que siempre hay en los versos de los poetas, que es tanto como decir, los agravios y sinrazones de las relaciones sociales que existen entre todos los seres humanos que habitamos este planeta. Bartolomé delgadito, con su seriedad entre ceja y labio, con su bigotito recortado, con el andar tranquilo pero decidido, amigo de los justos y un barrabás para los indeseables.

            Y luego está su obra. Su poesía muy lejos de la oficialista. Bartolomé es independiente, no admite subvenciones, como debe ser la auténtica Poesía. Él escribe como le viene en gana, sin atenerse al qué dirán los de un partido o a lo que criticarán los del otro. Poesía libre, que no sin rima, porque nuestro bucólico trovador, siente la rima como una necesidad, es al fin y al cabo, la música del poema. Y así, rimando, va cosiendo con el hilo del verso miles de trovas que le han servido para enriquecer su obra desde un estilo original, bartolomiano. Estrofa tras estrofa, satíricas, descarnadas, perfectos y quevedescos sonetos con estrambotes. Romances, liras, décimas, redondillas y hasta un auto sacramental... Imaginemos a este artista contando las sílabas en cada verso, un clásico reglado con el caldo de cultivo propio de los verdaderos genios de la Lírica.
            Y a muchos críticos les ha sorprendido la facilidad que tiene Bartolomé para escribir un poema, para rimarlo sin fórceps, haciendo una auténtica obra de arte con las palabras. Su forma de ser no casa con los autobombos y platillos de los cenáculos donde tanto ripio abunda. Él sólo escribe lo que le dicta la musa de su conciencia, en perfecta comunión con su pensamiento y sentimiento. Y nos lo comunica en verso de capa y espada, como Cirano de Bergerac, para que gocemos plenamente de su pluma bien afilada.

            Bartolomé, compositor y juglar por las tertulias y bares de Badajoz, este medalla de la Academia de Brasil, elemento subversivo con la Política y los políticos desde que era un joven funcionario de prisiones, ¡hay que ver la casualidad con los tiempos actuales!, seguramente tuvo a más de uno a su custodia.

            Yo conocí a este viejo cascarrabias, dicho cariñosamente, allá por el año 1992, cuando publiqué mi primer libro de poesía –Cartas para el recuerdo y tardes de otoño– y que me presentó el académico Viudas Camarasa, acompañados por el poeta Manuel Pacheco. Allí estuvo Bartolomé, quien después del acto, me sorprendió con el regalo de un poema que escribió expresamente para mí. Ni qué decir tiene que lo guardo en mi archivo particular desde entonces. Se trata de cuatro cuartetos enlazados y que, en esta ocasión, el poeta deseó la imperfección silábica, para dar primacía al mensaje que transmite, es decir, Collado me sugiere no hacer caso a los halagos, ni siquiera a mi propia vanidad para que no me crezca el pino. Y termina con otro consejo tan monumental como paradójico, pues él mismo expresa en los últimos versos de este poema, que desconfíe de los vanos consejeros, pues es el futuro quien decidirá si mi obra puede resistir el paso del tiempo. Transcribo literalmente el poema en cuestión:

No es el halago, el ahorro de un poeta,
ni ante otro, quitarse su sombrero,
ni tampoco decirle en qué peca,
ni servirlo con agrado de vocero.

Tus poemas llegaron a mis manos,
con la sed de los surcos en su acento,
confiado por tu senda vas ufano,
y no es deshabitado tu momento.

Hospédate en tus sueños y tus brazos,
y no preguntes, si te ha crecido el pino,
es más fuerte el calor de los abrazos,
si tú solo te marcas tu camino.

Mírate, y aprisiona tus momentos,
y haz tuyo el vuelo, sin vanos consejeros,
que el futuro dirá si el monumento,
combatirá los embates del tempero.

            Genial Bartolomé. Sin duda, maneja la metáfora con la habilidad que sólo los poetas grandes pueden ofrecernos. Y en su crítica línea, como al principio apunté. El poeta arisco, sarcástico y satírico, capaz de reírse hasta de sí mismo. Tal es la fuerza de su rebeldía, que se atreve a poner a cada uno en su sitio, sobre todo, a los escritores triviales, a los poetastros del olé, pitos y otras flautas, a quienes coloca en el Parnaso metafórico de su Auto Sacramental, dándoles el aceite de ricino que cada uno precise. Cambia los nombres auténticos, claro está, pero no es difícil reconocerlos. A esta clase de auto vanagloriados autores, un servidor les pone el calificativo metafórico de Ruiseñores, tal vez porque cantan sólo a la rosa y a la flor, al polen y la belleza, a los viajes de venecia y grecia, como Manuel Pacheco[2] también los encasilló desde esta metáfora tan clara como el agua.

            Termino con la lectura de un poema que le dedico a nuestro querido amigo Bartolomé Collado, jugando con esa metáfora de los ruiseñores aludidos que cantan en el cielo de su gloria y de los cuales, líbrenos el Señor.

EL CANTO DE LOS RUISEÑORES

Al poeta Bartolomé Collado

No puedo hablar de ruiseñores
aunque quisiera con toda mi alma,
no quiero decir lo siento
cuando no lo sienta,
nunca intencionadamente escribo
sin saberme antes lo que digo.

Yo no sé lo que es el silencio,
esa mueca del índice recto
señalando bocas que han de callar.

Basta ya
Bartolomé amigo,
altozano y Collado de apellido,
POETA DE LA POESÍA
a punto y seguido,
temido por cretinos
aludidos en lo fino,
¡tienes tanto por cuanto asuntos
que contarme al oído!

Ellos se han vendido,
entre ellos se lo comen,
lo guisan, lo visan, lo sisan,
¿quién los ha leído?,
entre ellos otra vez, los ponen
como cluecas gallinas
los libros.

En fin, para fin o parafina,
sus plumas plumean cosquillas,
plomo a base vaselina,
-son rimbombantes sus rimas-,
paralelepípedos para la pira
¡de esa poesía CANÍBAL!...


Cosme López García
Badajoz, Noviembre de 2014





[1] A propósito para el homenaje dedicado al poeta D. Bartolomé Collado Jiménez. Jueves 27 de noviembre de 2014 en el pub “Nueva Regenta” de Badajoz.
[2] Humanamente hablando, tu ÁCIDO es necesario, ahora que los poetas jóvenes son casi todos filólogos y atienden más a la belleza que al hombre y al mundo que les rodea, ellos buscan palabras bellas y escriben sobre jardines o viajes, mucha venecia, mucho grecia, muchos mitos, pero no se manchan ni se comprometen. Manuel Pacheco, del Prólogo de Ácido Poético, libro de poemas original de Cosme López García, 1993.

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