BARTOLOMÉ COLLADO JIMÉNEZ:
UN POETA EN DOS SIGLOS HABITADO[1]
ME pone un WhatsApp nuestro querido amigo Juan Antonio Méndez y me dice que está
preparando un Homenaje al poeta Bartolomé
Collado Jiménez, el más veterano de todos. La palabra homenaje está bien,
es encantadora, pero a mí me gusta más otra palabra para nombrar un acto de
esta relevancia. Esa palabra es semblanza.
Semblanza
dedicada a un poeta de los que ya no quedan, a un escritor tan prolífico como
culto y tan inteligente como rebelde, dentro de su romanticismo original.
Romanticismo, digo, que por desgracia, sigue desapareciendo cada vez más. Sin
esta fuerza motriz no puede haber verdadera Poesía en las venas de los poetas
jóvenes que despuntan como setas en otoño. Hay que tener cuidado, pues ya sabemos
que algunas son muy venenosas.
Bartolomé
Collado, es este quijote del pasado
siglo y del siglo XXI que deambula por los bares deshaciendo entuertos y que
siempre hay en los versos de los poetas, que es tanto como decir, los agravios
y sinrazones de las relaciones sociales que existen entre todos los seres
humanos que habitamos este planeta. Bartolomé delgadito, con su seriedad entre
ceja y labio, con su bigotito recortado, con el andar tranquilo pero decidido,
amigo de los justos y un barrabás
para los indeseables.
Y luego
está su obra. Su poesía muy lejos de la oficialista. Bartolomé es independiente,
no admite subvenciones, como debe ser la auténtica Poesía. Él escribe como le
viene en gana, sin atenerse al qué dirán
los de un partido o a lo que criticarán los del otro. Poesía libre, que no sin
rima, porque nuestro bucólico trovador, siente la rima como una necesidad, es
al fin y al cabo, la música del poema. Y así, rimando, va cosiendo con el hilo
del verso miles de trovas que le han servido para enriquecer su obra desde un
estilo original, bartolomiano.
Estrofa tras estrofa, satíricas, descarnadas, perfectos y quevedescos sonetos con
estrambotes. Romances, liras, décimas, redondillas y hasta un auto
sacramental... Imaginemos a este artista contando las sílabas en cada verso, un
clásico reglado con el caldo de cultivo propio de los verdaderos genios de la
Lírica.
Y a muchos
críticos les ha sorprendido la facilidad que tiene Bartolomé para escribir un
poema, para rimarlo sin fórceps, haciendo una auténtica obra de arte con las
palabras. Su forma de ser no casa con los autobombos y platillos de los cenáculos
donde tanto ripio abunda. Él sólo escribe lo que le dicta la musa de su conciencia,
en perfecta comunión con su pensamiento y sentimiento. Y nos lo comunica en
verso de capa y espada, como Cirano de Bergerac, para que gocemos plenamente de su
pluma bien afilada.
Bartolomé,
compositor y juglar por las tertulias y bares de Badajoz, este medalla de la
Academia de Brasil, elemento subversivo con la Política y los políticos desde
que era un joven funcionario de prisiones, ¡hay que ver la casualidad con los
tiempos actuales!, seguramente tuvo a más de uno a su custodia.
Yo conocí a
este viejo cascarrabias, dicho
cariñosamente, allá por el año 1992, cuando publiqué mi primer libro de poesía –Cartas para el recuerdo y tardes de otoño–
y que me presentó el académico Viudas
Camarasa, acompañados por el poeta Manuel
Pacheco. Allí estuvo Bartolomé, quien después del acto, me sorprendió con
el regalo de un poema que escribió expresamente para mí. Ni qué decir tiene que
lo guardo en mi archivo particular desde entonces. Se trata de cuatro cuartetos
enlazados y que, en esta ocasión, el poeta deseó la imperfección silábica, para
dar primacía al mensaje que transmite, es decir, Collado me sugiere no hacer
caso a los halagos, ni siquiera a mi propia vanidad para que no me crezca el pino. Y termina con otro
consejo tan monumental como paradójico, pues él mismo expresa en los últimos
versos de este poema, que desconfíe de los vanos
consejeros, pues es el futuro quien decidirá si mi obra puede resistir el paso del tiempo. Transcribo literalmente el
poema en cuestión:
No
es el halago, el ahorro de un poeta,
ni
ante otro, quitarse su sombrero,
ni
tampoco decirle en qué peca,
ni
servirlo con agrado de vocero.
Tus
poemas llegaron a mis manos,
con
la sed de los surcos en su acento,
confiado
por tu senda vas ufano,
y
no es deshabitado tu momento.
Hospédate
en tus sueños y tus brazos,
y
no preguntes, si te ha crecido el pino,
es
más fuerte el calor de los abrazos,
si
tú solo te marcas tu camino.
Mírate,
y aprisiona tus momentos,
y
haz tuyo el vuelo, sin vanos consejeros,
que
el futuro dirá si el monumento,
combatirá
los embates del tempero.
Genial
Bartolomé. Sin duda, maneja la metáfora con la habilidad que sólo los poetas
grandes pueden ofrecernos. Y en su crítica línea, como al principio apunté. El
poeta arisco, sarcástico y satírico, capaz de reírse hasta de sí mismo. Tal es
la fuerza de su rebeldía, que se atreve a poner a cada uno en su sitio, sobre
todo, a los escritores triviales, a los poetastros del olé, pitos y otras
flautas, a quienes coloca en el Parnaso
metafórico de su Auto Sacramental, dándoles el aceite de ricino que cada uno
precise. Cambia los nombres auténticos, claro está, pero no es difícil reconocerlos.
A esta clase de auto vanagloriados autores, un servidor les pone el calificativo
metafórico de Ruiseñores, tal vez
porque cantan sólo a la rosa y a la flor, al polen y la belleza, a los viajes
de venecia y grecia, como Manuel
Pacheco[2]
también los encasilló desde esta metáfora tan clara como el agua.
Termino con
la lectura de un poema que le dedico a nuestro querido amigo Bartolomé Collado,
jugando con esa metáfora de los ruiseñores
aludidos que cantan en el cielo de su gloria y de los cuales, líbrenos el
Señor.
EL CANTO DE LOS RUISEÑORES
Al poeta Bartolomé Collado
No puedo hablar de ruiseñores
aunque quisiera con toda mi alma,
no quiero decir lo siento
cuando no lo sienta,
nunca intencionadamente escribo
sin saberme antes lo que digo.
Yo no sé lo que es el silencio,
esa mueca del índice recto
señalando bocas que han de callar.
Basta ya
Bartolomé amigo,
altozano y Collado de apellido,
POETA DE LA POESÍA
a punto y seguido,
temido por cretinos
aludidos en lo fino,
¡tienes tanto por cuanto asuntos
que contarme al oído!
Ellos se han vendido,
entre ellos se lo comen,
lo guisan, lo visan, lo sisan,
¿quién los ha leído?,
entre ellos otra vez, los ponen
como cluecas gallinas
los libros.
En fin, para fin o parafina,
sus plumas plumean cosquillas,
plomo a base vaselina,
-son rimbombantes sus rimas-,
paralelepípedos para la pira
¡de esa poesía CANÍBAL!...
Cosme
López García
Badajoz,
Noviembre de 2014
[1] A propósito para el homenaje dedicado al poeta D. Bartolomé Collado Jiménez. Jueves 27 de
noviembre de 2014 en el pub “Nueva Regenta” de Badajoz.
[2] Humanamente
hablando, tu ÁCIDO es necesario, ahora que los poetas jóvenes son casi todos
filólogos y atienden más a la belleza que al hombre y al mundo que les rodea,
ellos buscan palabras bellas y escriben sobre jardines o viajes, mucha venecia,
mucho grecia, muchos mitos, pero no se manchan ni se comprometen. Manuel Pacheco,
del Prólogo de Ácido Poético, libro
de poemas original de Cosme López García,
1993.
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